Elecciones_USA_1
02.11.2024

EE.UU. entra en tiempo de descuento y los mercados se anticipan

El 5 de noviembre celebrará sus sexagésimas elecciones presidenciales para el período 2025 a 2028, con Donald Trump y JD Vance como candidatos republicanos, y Kamala Harris y Tim Walz por los demócratas
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El 5 de noviembre Estados Unidos celebrará sus sexagésimas elecciones presidenciales. Esta vez los ciudadanos debatirán si desean que Donald Trump y JD Vance lideren al país de 2025 a 2028 inclusive, o si serán Kamala Harris y Tim Walz quienes extiendan el período demócrata en el poder. Estas elecciones parecen ser una de las más polarizadas y ajustadas de los últimos tiempos. Tanto es así que en las últimas semanas las encuestas daban a Harris como la candidata más votada, pero a Trump como el próximo presidente de la nación del norte. Esto ya no es así, y Trump parece liderar también en popularidad, pero no quita que sirva para ilustrar cuán reñida será esta elección.

¿Cómo es posible que Harris liderara en cantidad de votos, pero eso no significara que pudiera ser la siguiente presidente? Para responder esta pregunta es importante tener en mente cómo funcionan las elecciones en Estados Unidos. Su sistema electoral no se rige por mayoría simple como en Argentina, sino a través del Colegio Electoral. Este se compone de 538 electores (100 senadores, 435 congresistas y 3 delegados de Washington DC), que se reparten por Estados, y son quienes “votarán” al siguiente presidente de la nación. A partir de las votaciones de cada Estado, se decide cómo se distribuirá ese número fijo de electores entre los candidatos. Dicho de otra manera, cuando un ciudadano de un Estado selecciona una boleta, le está instruyendo a su elector cómo debe votar. Por ello, ganar por un voto o con mayoría absoluta, es indiferente dentro de cada Estado. Sea un caso o el otro, la totalidad de los electores asignados a dicho Estado deberán votar a su ganador.

Ahora, para que Trump o Harris sean seleccionados para liderar la Casa Blanca, deberán acumular un mínimo de 270 electores. En este sentido, hay Estados cuya inclinación es históricamente clara (votan demócratas o republicanos sistemáticamente), mientras que otros, conocidos como swing States, suelen rotar según el candidato de cada partido. El motivo por el que este punto es clave es que estas elecciones parecen jugarse en estos mismos Estados. La elección parece ser tan ajustada, que los ojos están puestos sobre estos, que suman un total de 93 votos electorales. Aparentemente, las encuestas muestran resultados tremendamente ajustados en favor de Trump en Nevada, North Carolina, Pennsylvania, Wisconsin y Michigan, y un poco menos en Georgia y Arizona. De cumplirse estas proyecciones, el candidato republicano ganaría con 312 votos electorales contra 226 de su rival. No obstante, si en aquellos Estados en los que la diferencia es mínima se votara por Harris, ella se impondría por 292 votos electorales contra 246 de Trump.

Ignorando las preferencias que se pueda tener por alguno de estos candidatos, lo más relevante es el impacto que cada uno de ellos podría tener sobre el mercado. En esta línea, uno de los puntos que ha surgido como más importante para el análisis es el marcado déficit fiscal que ha mostrado Estados Unidos en los últimos años, y su tendencia a futuro. Desde 2002 que Norteamérica no logra cuentas superavitarias y desde la pandemia los déficits se han profundizado. De hecho, en los últimos 3 años, el déficit ha crecido de 5,2% del PBI a 6,3%, y hacia adelante ninguno de los dos candidatos muestra señales de desacelerar, ya que ambos proponen políticas fiscales expansivas. Harris apunta a incrementar el gasto con una mayor presión impositiva que no sería suficiente para compensarlo, mientras que Trump además de aumentar el gasto promete recortar impuestos. En consecuencia, el Comité para un Presupuesto Federal Responsable estima que el plan económico de Kamala aumentaría la deuda del Tesoro en US$3,5 billones en los próximos diez años, y el de Trump cerca de US$7,5 billones.

¿Por qué esto toma relevancia? Básicamente porque el mercado se anticipa. Una mayor oferta de deuda puede encontrarse con insuficiente demanda a los niveles de tasas actuales. Como siempre, se trata de una cuestión de precio. A medida que el Tesoro empiece a ofrecer mayores retornos, esa demanda comenzará a aparecer. El problema es que esta dinámica se contrapone con la que, al menos hasta septiembre, mantenía la Reserva Federal. Si bien es cierto también que los últimos datos de empleo y de inflación apuntarían a que la Fed se mantenga más restrictiva de corto plazo, si la entidad presidida por Jerome Powell estuviera viendo sectores comprometidos por las elevadas tasas, este contexto podría sumar presión. Después de todo, son las tasas de mercado las que rigen sobre la economía, no las teóricas de la Fed.

Por lo pronto, el riesgo no parece concreto, dado que incluso los senderos proyectados por la máxima autoridad monetaria y el mercado difieren en el margen. Sin embargo, hay que considerar que las tasas del mercado actualmente surgen de una ponderación de escenarios inciertos. La realidad es que podrían seguir escalando con una victoria de Trump. Ello se debe a que no solo se esperan mayores déficits, sino también una mayor presión inflacionaria producto de su anunciada política arancelaria contra productos chinos.

No obstante, este escenario podría tener una segunda derivada. A contramano de lo que uno pudiera esperar de u país con mayor inflación, el dólar se fortalecería por un incremento en los flujos dirigidos hacia Estados Unidos si las tasas ofrecidas incrementan. Hay lógica detrás de este punto también. Las tasas reales se mantendrían positivas, lo que genera que el poder adquisitivo de las inversiones incremente mientras se sostienen instrumentos considerados “libre de riesgo” (quizás hay calificadoras, como Fitch, que no estarían del todo de acuerdo con dicha definición).

Mayores tasas nominales, y potencialmente reales, sumados a una apreciación de la moneda, implicarían mayores rendimientos respecto a otras alternativas. Si a ello se le suma que las políticas arancelarias de Trump podrían impactar sobre los niveles de actividad de China, uno de los mayores consumidores de commodities del mundo, el impacto indirecto sobre el resto de los países emergentes vía reducción de demanda de sus exportaciones es evidente. Ergo, la hegemonía del dólar podría profundizarse aún más, conteniendo, al menos en parte, las presiones inflacionarias.

Resumiendo, a días de la elección, el mercado se balancea entre dos escenarios que difieren considerablemente. Debido a la proximidad en las probabilidades de victoria, la potencial divergencia entre uno y otro podría ser un punto importante. Esto hace que sea importante diversificar los riesgos. De todas formas, la enseñanza histórica que han dejado las elecciones es que el mercado no tiene preferencias por los colores del partido ganador. Sea azul o colorado, lo que el mercado favorece es eliminar la incertidumbre.

Si bien hay riesgos que se podrían materializar en un contexto más restrictivo, pareciera que la actividad de la economía norteamericana se mantiene firme. El desempleo se encuentra muy por debajo de su media y no ha incrementado sustancialmente, el tercer trimestre tuvo un crecimiento de 2,8% descartando una recesión para 2024, y la actividad sigue impulsada por el sector de servicios. En definitiva, mantenerse expuesto al mercado estadounidense parece una buena idea pase lo que pase en las elecciones.

En este sentido, el trade de Trump podría estar más vinculado a small caps (compañías de baja capitalización, a las que se puede exponerse a través del CEDEAR de IWM) dado su enfoque nacionalista y el lag que muestra respecto al S&P 500. Sin embargo, la potencial suba de tasas podría afectarlas puesto que suelen estar más apalancadas y la presión de los intereses aumentaría. Del otro lado, el de Harris podría seguir favoreciendo a las siete magníficas dado su vínculo con Silicon Valley.


*** Nota originalmente publicada en Infobae

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